jueves, 16 de septiembre de 2010

Beren y Lúthien.

En el camino hacia Rivendel los hobbits le solicitaron a Trancos que les contase una historia de los viejos días, una historia de los Elfos antes de su declinación. Trancos aceptó contar la historia de Tinúviel, hermosa y triste como todas las historias de la Tierra Media, cuento largo del que no se conoce fin. Y cantó dulcemente la siguiente balada:

Las hojas eran largas, la hierba era verde,

Las umbelas de los abetos altas y hermosas,

Y en el claro se vio una luz

De estrellas en la sombra centelleante.

Tinúviel bailaba allí,

A la música de una flauta invisible,

Con una luz de estrellas en sus cabellos,

Y en las vestiduras brillantes.



Allí llegó Beren desde los montes fríos,

Y anduvo extraviado entre las hojas,

Y donde rodaba el Río de los Elfos,

Iba afligido a solas.

Espió entre las hojas del abeto

Y vio maravillado unas flores de oro

Sobre el manto y las mangas de la joven,

Y el cabello la seguía como una sombra.


El encantamiento le reanimó los pies

Condenados a errar por las colinas,

Y se precipitó, vigoroso y rápido,

A alcanzar los rayos de la luna.

Entre los bosques del país de los Elfos

Ella huyó levemente con pies que bailaban,

Y lo dejó a solas errando todavía

Escuchando en la floresta callada.



Allí escuchó a menudo el sonido volante

De los pies tan ligeros como hojas de tilo

O la música que fluye bajo tierra

Y gorjea en huecos ocultos.

Ahora yacen marchitas las hojas del abeto,

Y una por una suspirando

Caen las hojas de las hayas

Oscilando en el bosque de invierno.



La siguió siempre, caminando muy lejos;

Las hojas de los años eran una alfombra espesa,

A la luz de la luna y a los rayos de las estrellas

Que temblaban en los cielos helados.

El manto de la joven brillaba a la luz de la luna

Mientras allá muy lejos en la cima

Ella bailaba, levando alrededor de los pies

Una bruma de plata estremecida.


Cuando el invierno hubo pasado, ella volvió,

Y como una alondra que sube y una lluvia que cae

Y un agua que se funde en burbujas

Su cantó liberó la repentina primavera.

Él vio brotar las flores de los Elfos

A los pies de la joven, y curado otra vez

Esperó que ella bailara y cantara

Sobre los prados de hierbas.



De nuevo ella huyó, pero él vino rápidamente,

¡Tinúviel! ¡Tinúviel!

La llamó por su nombre élfico

Y ella se detuvo entonces, escuchando.

Se quedó allí un instante,

Y la voz de él fue como un encantamiento,

Y el destino cayó sobre Tinúviel

Y centelleando se abandonó a sus brazos.


Mientras Beren la miraba a los ojos

Entre las sombras de los cabellos

Vio brillar allí en un espejo

La luz temblorosa de las estrellas.

Tinúviel la belleza élfica,

Doncella inmortal de sabiduría élfica

Lo envolvió con una sombría cabellera

Y brazos de plata resplandeciente.



Larga fue la ruta que les trazó el destino

Sobre las montañas pedregosas, grises y frías,

Por habitaciones de hierro y puertas de sombra

Y florestas nocturnas sin mañana.

Los mares que separan se extendieron entre ellos,

Y sin embargo al fin de nuevo se encontraron

Y en el bosque cantando sin tristeza

Desaparecieron hace ya muchos años.

Y Trancos continuó el relato: la canción habla del encuentro de Beren, hijo de Variar, y Lúthien Tinúviel. Beren era un hombre mortal, pero Lúthien era hija de Thingol, un rey de los Elfos en la Tierra Media, cuando el mundo era joven; y ella era la doncella más hermosa que hubiese existido alguna vez entre todas las niñas de este mundo. Como las estrellas sobre las nieblas de las tierras del norte, así era la belleza de Lúthien, de rostro de luz. En aquellos días, el Gran Enemigo, de quien Sauron de Mordor no era más que un siervo, residía en Angband en el Norte, y los Elfos del Oeste que venían de la Tierra Media le hicieron la guerra para recobrar los Silmarils que él había robado, y los padres de los Hombres ayudaron a los Elfos. Pero el Enemigo obtuvo la victoria y Barahir murió, y Beren, escapando de grave peligro, franqueó las Montañas del Terror y pasó al reino oculto de Thingol en la floresta de Neldoreth. Allí descubrió a Lúthien, que cantaba y bailaba en un claro junto a Esgalduin, el río encantado; y la llamó Tinúviel, es decir, Ruiseñor en lengua antigua.
J.R.TOLKIEN.

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